La conexión ha vuelto a intervenirlos.
Quirúrgicamente. Juntos atraviesan una cirugía invisible, mágica, gracias a la
cual sus cuerpos embellecen, mejoran su calidad de vida como si se
trasplantaran órganos, como si intercambiaran células, tejidos, médulas, con el
fin de salvarse el uno al otro. Y mucho más.
El arte corre peligro de extinción, y de su unión
depende la salvación. La infinidad que los une debe mantenerse intacta,
ininterrumpida. Tienen que evitar los obstáculos, el desvío, el alejamiento.
La hija del rey y el hombre enmascarado los
distraen. Entonces se escabullen entre sus gemidos y lenguas.
La musa y el artista salen del privado, precisamente
en busca de algo que ya no hay allí: real privacidad. Caminan hacia el parque y
en el trayecto son desvestidos por todas esas máscaras que los miran con deseo,
acosados por brazos que, como pulpos, salen de todos lados para tocarlos. Es
que cada rincón del palacio sigue de fiesta. Una fiesta de la que eligen
abstraerse.
Se aíslan de todo y de todos, salvo de sí mismos. Se
liberan del libertinaje y de los antifaces, se los quitan para besarse, dejando
atrás las distancias mundanas. Se regalan caricias astrales que los siguen
llevando más allá de la experiencia terrenal. Ni dos, ni diez van a lograr en
ellos lo que sólo ellos consiguen con vibrar a la par. Los tentáculos de la
lujuria pueden atraparlos por un rato, pasar el rato nomás, pero ellos no
venden su alma a esos animales en celo.
El amor es el Gran Lujo que pocos pueden darse. Y
ellos pueden. Hace añares. Desde que empezó ese viaje de ida cuya leyenda aún
intentan dilucidar, descifrando los vestigios de un ciclo que jura haberles
hecho el amor bajo mil lunas, y haberlos visto jadear en cada mañana que
siguió, mil veces más.
Y como todo ciclo, haber terminado sólo para volver
a empezar.
Los recuerdos se impregnan en sus mentes con cada
beso casi tanto como la saliva del otro en sus bocas. Y los guían por la
alfombra de un pasto color índigo que acaba de crecer. La unión de sus auras
los conduce hacia un pasadizo en medio de esas velas cuyas llamas se han
elevado notoriamente.
Se toman de la mano para avanzar. Pueden escuchar
cómo suena la frecuencia de sus latidos. Son sus corazones haciéndose música en
el lugar. Se sienten elegidos. Saben que están a punto de develar otra parte de
la historia. O de escribir lo que vendrá.
Y van. Descalzos. Como en el aire. Como si sólo se
viviera una vez. Pero con la certeza de que ellos, juntos, tienen la eternidad
a sus pies.
1 comentario:
Mágico, me gusta. Vengo de happen 😛
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