En una charla de minitas lo que escuché en conclusión fue que una quería ponerse tetas y que la otra quería sacarse. Instantáneamente recordé aquellas otras y tantas charlas de baño, de cumpleaños, de mate, de cinta, de bicicleta, de baby-shower y despedidas de solteras en donde otras y tantas mujeres, amigas o desconocidas, se contaban unas a las otras cuán disconformes estaban con lo que no tenían, pero más aún con lo que tenían. Y ejemplos sobran. Es sabido que la que tiene pelo lacio quiere rulos y la que tiene rulos quiere pelo lacio, que la rubia quiere ser morocha y que la morocha con tal de quedar rubia en la peluquería un dineral derrocha, que la que es muy alta quiere ser más baja y la que es más baja le reza a Expedito para ser más alta! Y así podría seguir y seguir, pero ¿para qué? Si yo que le echaba la culpa a mi acuario inconformista por naturaleza con el tiempo entendí que sí, que es una cuestión de naturaleza, pero de la otra, de esa que viene con una que ya llega a este mundo con toda la feminidad a cuestas, tan simple como eso y tan complicado como ser una de nosotras y por eso siendo una, tengo que reconocer que alcanza con resumirlo todo en una frase:
Después no nos quejemos si nos dicen que a las mujeres no hay pito, NI TETA, que nos venga bien.
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