La temperatura de los cuerpos se dispara y todo lo
humedece. El susurro de su presa resuena en los oídos de la diosa de la
seducción; su docilidad la conmueve. El ambiente se transforma de modo radical:
el blanco de las cortinas parece haberse teñido de rojo pasión, ahora son
telones de un escenario en el que cualquier acto puede representarse. Una
sensación de ingravidez se apodera del espacio. La musa lo aprovecha, no quiere
caer. Levedad pura. Peligrosa a la vez. Tanta liviandad le sienta cómoda, la
relaja; y eso, solo puede entregarla a la mejor de las entregas. Del guiño del
bretel al susurro en el oído. Del susurro en el oído, ¿a dónde?
Esta vez no duda en decir algo. Sin susurrar, porque
ella prefiere seguir sonando desafiante:
—Y ahora, ¿qué?
El artista también se aprovecha de esa levedad, pero
no tanto como se aprovecharía de ella. Es cauteloso aún. Todavía sabe medirse.
Sabía. La suavidad del cuello de la musa ahora sí le ofrece dar un segundo
mordisco a lo que aún no ha probado, y el vigor de su pregunta lo reta a
aproximarse para arrancar de un tirón el hilo de distancia que ya casi es nula.
Está a punto de acelerar el choque. Estrellarse es cosa de dos y les urge. El
estallido es inminente, cuando se oye una explosión.
Estalla un ventanal detrás del telón
4 comentarios:
Muy bueno.
De esto rescato varias frases que son excelentes, te felicito
Muchas gracias!!!
Y como sigue???
👏👏👏👏👏👏👏👏👏
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